Mujer Pájaro

Mujer Pájaro

 
 
La inspiración de la colección surge desde mi yo interno, cuando en búsqueda de elementos y materiales me encontré en una situación compleja, pero llena de retos.

Desde pequeña, viví circunstancias en casa, que se convirtieron en ejercicios de la vida diaria, que de alguna manera fueron formando mi personalidad.

De manera simbólica, pensaba en voz alta sobre irme de hogar, volar para perseguir lo que en ese momento no tenía tanta claridad, pero parecía ser una nube cargada de anhelos.
En este pensamiento abstracto, encontré la posibilidad de ir modelando las ideas con el tiempo.

Para mí, el vuelo es la posibilidad de explorar y ver por todos lados, de aprender y construir mi plumaje, de acurrucarme cuando me siento vulnerable, de curarme y reinventarme.

Me he convertido en una mujer pájaro que la esperanza ha reconstruido. Mi corazón volvió a latir ante la adversidad.
Sigo y seguiré volando con otras mujeres pájaro.

Clayre Coello
 
 
  
 
 
 
 
Relato Mujer Pájaro 
En un susurro que trajo el viento, se escuchó el trino del ave desde la copa de un viejo árbol. Guardián cuya corteza delataba su avanzada edad. Longevo testigo de una tierra que en el arado perpetuo de mansos hombres se había removido hasta el cansancio.

Entre el pico y la azada se surcó el suelo, y entre sueños y aves el cielo, sentenció mi abuela al levantar la vista hacia el manto que arropa la vida.

En un paisaje rural donde la naturaleza se presentaba erguida y augusta, yacían curvos y empapados los jornaleros del mundo.

Yo apenas una niña de aspiraciones más grandes que lo crecido en las zanjas de la tierra, volaba despierta y me sorprendía cantando, cual pájaro que pía de regocijo.

Óyeme bien, mi niña. Eres origen y descendencia, libertad y resistencia. Tu brasa yerma la historia y la vuelve femenina, susurró mi madre al oído.

Aquel mensaje, dicho en bisbiseo, asomaba el mutismo de un yugo patriarcal, la razón de una opresión atávica y maligna destinada al nacer y consagrada en nombre de mujer.
 
 

 
 
Pensé para mis adentros que la imposición es el temor de la fuerza contraria y en aquella elucubración el cielo se vistió de aves.

El sutil aleteo del animal apabulla al impotente y sin embargo la diferencia corpórea no era impedimento para aprender a volar.

Ese día, las ataduras de la compostura se disolvieron y en un párvulo intento me eché a correr cuesta arriba.

El viento me arrastraba en una corriente hipnótica, mientras el anhelo creciente de un despegue concatenaba el sueño de mis predecesoras.

Ese día, el deseo de un alma indómita voló por el cielo de los sueños y supo que todas nosotras habíamos nacido con alas invisibles que por voluntad propia nos ofrecían libertad.

Sara Coello
 
 
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